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lunes, 21 de abril de 2008

El joven como acicate e instrumento de la praxis


En el día de hoy me siento honrado de poder colaborar con esta gratificante tarea, poder expresar con estos compañeros el sentir de un fragmento importante, a veces olvidado, de la sociedad. Muchas gracias por la invitación y espero no defraudar vuestras expectativas.

La juventud y la participación política son el foco de atención con la que inicia andadura esta iniciativa. Aunque aún me considero joven, siempre lo seré en espíritu, he transcurrido por la senda que abandona mis tiempos de mozo. En este tiempo, he visto a una juventud aletargada y paralizada. Quizás, no sólo haya sido un efecto negativo lo referente a la participación política o al compromiso social. Inclusive, dudo que esta “parálisis social” se refrende tan sólo en el entorno canario, en el cual he crecido y madurado, sino que trasciende al panorama nacional y a materias que van más allá de la política. A mi entender, la generación que ahora “sale del cascarón”, en su amplia mayoría, ha rechazado embarcarse en proyectos sociales, o en cualquier tarea en busca del progreso, bienestar o, como quiera llamarse, de esta sociedad que nos envuelve.

En mi humilde opinión, la escasa integración en la vida social de los jóvenes españoles se debe fundamentalmente a una desidia colectiva, fruto de una inoperante mentalidad, heredada y aprendida. España es un país que tradicionalmente le ha costado reclamar y opinar, y durante mucho tiempo era mal visto identificarse con símbolos, consignas y demás muestras individuales. Supongo, que hay una o dos generaciones que han adquirido esta conducta de la época Franquista. Curiosamente, al caer el régimen muchos jóvenes salieron a la calle, crearon revistas (no blogs) y dieron batalla, generando ideas y abriendo la mentalidad de nuestra sociedad. Sin embargo, los hijos de esos jóvenes, nosotros, hemos vivido al amparo de una situación muy cómoda, donde la pasividad de padres, la facilidad de acceder a un bienestar económico, una moda que invita al consumo, a lo fácil, a dejarse llevar...

También es cierto que las instituciones y personas mayores siempre han visto a los jóvenes como incapaces, por el simple dato de su edad ya se juzga su eficacia y se le cierran puertas. Sinceramente, no estoy a favor de que los jóvenes tengan un cupo en política por el simple hecho de ser jóvenes. Creo que todo joven ha de buscar la revitalización de la sociedad a través de la educación y formación como personas cívicas para que puedan aportar la frescura a esas personas experimentadas y curtidas en mil batallas.

El joven debe ser el motor del cambio, pero desde el respeto y la crítica, sin hacer seguidismo de consignas políticas, generando debate y poniendo en duda la eficacia de nuestros gestores. En definitiva, creo que los jóvenes debemos crear, sensibilizar, integrar a colectivos y a individuos jóvenes en la construcción de la sociedad-estado, pero no necesariamente desde la política sino desde la calle, con el trabajo y la cooperación diaria, para alcanzar unas cuotas de justicia social y de solidaridad que plasmen la libertad y la igualdad que los políticos proclaman y que nadie pone en práctica. En definitiva, debemos ser bastión de ideales sociales y de generación de proyectos que beneficien a todos sin la necesidad de obtener nada a cambio.

Fácil de decir pero quién es el valiente que da el primer paso.


3 comentarios:

Miguel Ángel González dijo...

Hola compañero:
Soy Miguel, brillante exposición de la coyuntura que actualmente vivimos, afortunadamente somos la generación más instruida en el cariz del conocimiento, pero este aumento de la intelectualidad no va ligado con una mayor responsabilidad y conciencia colectiva, en nuestra era no existen clases como antaño, pero no porque las situación jerarquica haya cambiado sobremanera, sino porque la Sociedad más desamparada y la Juventud no tenemos una identidad de clase, tal vez porque el sistema imperante tiende al individualismo y al pasotismo, definido en la frase "que lo haga otro", muchs veces se nos denosta por nuestra juventud, pero es una postura errónea, Webber, por ejemplo clasificaba a las personas según su sabiduria y no por su edad.
Un saludo compañero, hasta otra

Alberto Ginel Saúl dijo...

Estimado Bitdrain, comparto opinión con Miguel, tu exposición ha sido brillante y sumamente clara. Tengo poco o nada que objetar.

Creo, como tú, y así lo expresé en mi artículo, que la parálisis social de la juventud se debe a las características inherentes del sistema que nos ha tocado vivir.

Conformismo, consumismo, falta de integración en la vida política, nula identificación colectiva... son grandes males que están ahí, desde hace mucho tiempo.
En concreto, desde que se asentó la democracia.
Aunque resulte paradójico, cuanto más estable y asentada se encuentra la democracia, con más fuerza se instaura la modorra entre la juventud. Se piensa quizás, que todo está hecho, y que además, de faltar algo, ya vendrá dado desde arriba.

Los tiempos en los que los derechos había que ganarlos en la calle, hacían más propicia la movilización y la actividad política de los jóvenes. ¿Pero no vivimos acaso un periodo, salvando las distancias, similar?. Lo digo por los obispos del matrimonio gay, del aborto, de la eutanasia. Por los especuladores que no nos dejan adquirir una vivienda...

Si cundiera la idea de que nuestros derechos no están tan asentados como pensamos (sobre todo ante gobiernos neoliberales) y que, desde luego, solo dependerá de nosotros el avanzar y el alcanzar más altas cotas de derechos sociales, libertades civiles... etc, la población joven, depositaria del futuro, se esforzaría por tomar partido.

Sin embargo, los mensajes que proliferan son el paradigma del pasotismo, del todo da igual, del todos los políticos son iguales.

Desde luego, los políticos deben mirar a los jóvenes, no solo para reclamar el voto, sino para atender y asumir sus reivindicaciones, en lo que a vivienda, empleo y protección social se refiere. Pero también los jóvenes tienen que vencer el pasotismo y mostrar interés porque esto suceda.

Será difícil realizar la pedagogía necesaria para que este cambio mutuo se produzca.
Yo creo que en realidad todo reside en la desconfianza, de los jóvenes para con los políticos y de los políticos para con los jóvenes.
Esta cultura debe cambiar.

Este comentario vendría a contestar (precariamente) a tu "quién es el valiente que da el primer paso".
Creo que los pasos deben caminar en esta dirección y deben darlo las dos partes.

Un saludo compañero, muy buena tu intervención.

Anónimo dijo...

Felicidades por vuestra iniciativa. Un saludo.