Debiera ser entendido este comentario como consecuencia directa al post escrito por Alberto: Deslocalización, nueva economía mixta y cambio de mentalidad. Quizás el hilo argumentativo se inicie en anteriores planteamientos en este u otro espacio de la red, escritos cruzados e inclusive algunas conversaciones entre ambos.
Dícese de cualquier planteamiento o análisis, pueda subdividirse en otros tantos, de menor envergadura, que suelen ser más manejables y fácilmente discutibles. Antes de dar debida respuesta, planteo a Alberto y demás lectores-participantes la necesidad de plantear discusiones más concretas que nos lleven a comprender el todo, como suma de las partes, previamente discutidas. Serían cuestiones más elementales y abordables, no sólo desde una óptica amena sino desde la relevancia y repercusión que suponen en el día a día, problemas de “a pie de calle”.
Soy consciente de que mis ideas aquí o allá expresadas pudieran ser mal interpretadas, pues ni yo mismo alcanzo ahora mismo a materializarlas en su conjunto. Es como si se tratase de un amplia imagen, con zonas sombreadas que con el transcurrir del tiempo se aclaran.
Quede matizado que cuando incito a una rebelión o a conceptos que pudieran parecer novedosos, no lo son tanto ni tan siquiera invito a una huida o abolición del sistema actual. Muchos pensareis que animo a la vuelta del Comunismo o sistemas obsoletos de similar característica. Pero eso es radicalmente falso.
Los principios que deben regir ese nuevo sistema que he tomado por bandera discierne de toda autoridad dictatorial o que represente la abolición de los estándares de libertad y bienestar social hasta ahora logrados, aunque aún exista margen y senda para recorrer y soñar. De ahí, que mis ideas pretendan encaminarse en la dirección de un sistema que tome como partida los éxitos logrados por la Humanidad hasta la fecha.
He de suponer que hasta la fecha el Capitalismo es el sistema que ha consolidado una estándar de vida bueno para un mayor número de personas, siempre en relación a los sistemas anteriores. Obviamente, tal y como citábamos en entradas anteriores, este sistema termina degenerando y creando una gran desigualdad social, pues por sí solo no es capaz de garantizar una cierta equidad y solidaridad entre personas convivientes en la sociedad.
La globalización ha venido a universalizar el concepto de sociedad más allá de lo enteramente nacional o fronterizo. Existe por tanto un agravio comparativo en el sentido de que las estructuras neoliberales y el poder económico o empresarial (abanderado por las multinacionales) se han hallado en un nuevo marco de referencia, donde a nivel global no existía ni hay hoy día movimientos sindicales, alternativas políticas divergentes y ni tan siquiera el menor atisbo de oposición a sus políticas, de carácter reduccionista, del poder e intervención estatal.
Irresponsablemente, la clase política y la población de los países occidentales no han impedido ni se han movilizado tras el comienzo del proceso de deslocalización de empresas en busca de la tan galopante reducción de costes. Tal es así que nos hayamos ante un fenómeno de transferencia tecnológica e industrial, base de nuestro consolidado crecimiento y bienestar social para dejarlo en manos de gobiernos no democráticos o de dudosa ética. En cambio, Occidente incrementará el número de desempleados y accederá a productos cada vez más caros, echo que incidirá en una situación inflacionista y a medio plazo economías en recesión, puesto que habrá una competencia directa por los recursos básicos, a la vez escasos.
Mi apuesta, llegados a este punto, reside en dejar de lado las banderitas, los carné de partido y ponerse el “mono de trabajo”. Es otro de esos conceptos a los que últimamente tanto acudo, hablo del trabajador social. El hombre debe luchar contra su egoísmo inherente, abrir su mente a otra forma de entender la vida, de plantear la rutina del día a día. Fusionar en una lucha colaboracionista, donde no siempre se busque el interés y el beneficio propio, donde jóvenes y mayores empleen su tiempo en ayudar, participar, formar parte de la sociedad, realizando tareas en su barrio, en definitiva colaborando entre todos para un mayor bienestar común de todos y entre. En definitiva, fomentar la participación en actividades sociales, generando una sociedad rica, culta y plural, que se sienta viva y que se respire en la calle.
No obstante, de todo lo anterior no vive el hombre y, por ende, ha de buscarse una solución que de respuesta al desánimo de la juventud, a la precariedad laboral, a la soledad de los mayores, al estancamiento del poder adquisitivo, acceso a una vivienda digna y que ésta no sea un medio para enriquecerse, etc, etc.. En este sentido, quiero hacer un llamamiento para que todos demos un paso adelante en la búsqueda de una estructura económica que reduzca y elimine las deficiencias del sistema actual, un nuevo capitalismo reformado que facilite la incorporación de aquellos agentes sociales reprimidos, marginados, estancados y olvidados en lo que he venido a llamar CAPITALISMO SOCIAL.
En ese nuevo sistema no habrá reparto de riquezas, sino generación de un nuevo concepto de riqueza, que yendo más allá del meramente materialista estará basado en la educación, el conocimiento, la cultura... en una riqueza personal de personas libres e independientes, no manipulables. Será un sistema que brinde y genere oportunidades porque será un marco que no beneficie a los empresarios, al sistema bancario, sino a la persona independientemente de su condición social, en función única y exclusivamente de sus méritos.
Llegados a este punto cabe preguntarse si todo lo anterior es o no una utopía, inclusive pudiera decirse que como ideas no están mal pero deben aplicarse en la práctica. Nada más lejos de la realidad, la teoría sin práctica es como querer conducir un coche sin ponerse al volante.
Las ideas que pudieran llegar a plantearse aún forman parte de mis sombras, pero pudiera comenzarse con...
Dícese de cualquier planteamiento o análisis, pueda subdividirse en otros tantos, de menor envergadura, que suelen ser más manejables y fácilmente discutibles. Antes de dar debida respuesta, planteo a Alberto y demás lectores-participantes la necesidad de plantear discusiones más concretas que nos lleven a comprender el todo, como suma de las partes, previamente discutidas. Serían cuestiones más elementales y abordables, no sólo desde una óptica amena sino desde la relevancia y repercusión que suponen en el día a día, problemas de “a pie de calle”.
Soy consciente de que mis ideas aquí o allá expresadas pudieran ser mal interpretadas, pues ni yo mismo alcanzo ahora mismo a materializarlas en su conjunto. Es como si se tratase de un amplia imagen, con zonas sombreadas que con el transcurrir del tiempo se aclaran.
Quede matizado que cuando incito a una rebelión o a conceptos que pudieran parecer novedosos, no lo son tanto ni tan siquiera invito a una huida o abolición del sistema actual. Muchos pensareis que animo a la vuelta del Comunismo o sistemas obsoletos de similar característica. Pero eso es radicalmente falso.
Los principios que deben regir ese nuevo sistema que he tomado por bandera discierne de toda autoridad dictatorial o que represente la abolición de los estándares de libertad y bienestar social hasta ahora logrados, aunque aún exista margen y senda para recorrer y soñar. De ahí, que mis ideas pretendan encaminarse en la dirección de un sistema que tome como partida los éxitos logrados por la Humanidad hasta la fecha.
He de suponer que hasta la fecha el Capitalismo es el sistema que ha consolidado una estándar de vida bueno para un mayor número de personas, siempre en relación a los sistemas anteriores. Obviamente, tal y como citábamos en entradas anteriores, este sistema termina degenerando y creando una gran desigualdad social, pues por sí solo no es capaz de garantizar una cierta equidad y solidaridad entre personas convivientes en la sociedad.
La globalización ha venido a universalizar el concepto de sociedad más allá de lo enteramente nacional o fronterizo. Existe por tanto un agravio comparativo en el sentido de que las estructuras neoliberales y el poder económico o empresarial (abanderado por las multinacionales) se han hallado en un nuevo marco de referencia, donde a nivel global no existía ni hay hoy día movimientos sindicales, alternativas políticas divergentes y ni tan siquiera el menor atisbo de oposición a sus políticas, de carácter reduccionista, del poder e intervención estatal.
Irresponsablemente, la clase política y la población de los países occidentales no han impedido ni se han movilizado tras el comienzo del proceso de deslocalización de empresas en busca de la tan galopante reducción de costes. Tal es así que nos hayamos ante un fenómeno de transferencia tecnológica e industrial, base de nuestro consolidado crecimiento y bienestar social para dejarlo en manos de gobiernos no democráticos o de dudosa ética. En cambio, Occidente incrementará el número de desempleados y accederá a productos cada vez más caros, echo que incidirá en una situación inflacionista y a medio plazo economías en recesión, puesto que habrá una competencia directa por los recursos básicos, a la vez escasos.
Mi apuesta, llegados a este punto, reside en dejar de lado las banderitas, los carné de partido y ponerse el “mono de trabajo”. Es otro de esos conceptos a los que últimamente tanto acudo, hablo del trabajador social. El hombre debe luchar contra su egoísmo inherente, abrir su mente a otra forma de entender la vida, de plantear la rutina del día a día. Fusionar en una lucha colaboracionista, donde no siempre se busque el interés y el beneficio propio, donde jóvenes y mayores empleen su tiempo en ayudar, participar, formar parte de la sociedad, realizando tareas en su barrio, en definitiva colaborando entre todos para un mayor bienestar común de todos y entre. En definitiva, fomentar la participación en actividades sociales, generando una sociedad rica, culta y plural, que se sienta viva y que se respire en la calle.
No obstante, de todo lo anterior no vive el hombre y, por ende, ha de buscarse una solución que de respuesta al desánimo de la juventud, a la precariedad laboral, a la soledad de los mayores, al estancamiento del poder adquisitivo, acceso a una vivienda digna y que ésta no sea un medio para enriquecerse, etc, etc.. En este sentido, quiero hacer un llamamiento para que todos demos un paso adelante en la búsqueda de una estructura económica que reduzca y elimine las deficiencias del sistema actual, un nuevo capitalismo reformado que facilite la incorporación de aquellos agentes sociales reprimidos, marginados, estancados y olvidados en lo que he venido a llamar CAPITALISMO SOCIAL.
En ese nuevo sistema no habrá reparto de riquezas, sino generación de un nuevo concepto de riqueza, que yendo más allá del meramente materialista estará basado en la educación, el conocimiento, la cultura... en una riqueza personal de personas libres e independientes, no manipulables. Será un sistema que brinde y genere oportunidades porque será un marco que no beneficie a los empresarios, al sistema bancario, sino a la persona independientemente de su condición social, en función única y exclusivamente de sus méritos.
Llegados a este punto cabe preguntarse si todo lo anterior es o no una utopía, inclusive pudiera decirse que como ideas no están mal pero deben aplicarse en la práctica. Nada más lejos de la realidad, la teoría sin práctica es como querer conducir un coche sin ponerse al volante.
Las ideas que pudieran llegar a plantearse aún forman parte de mis sombras, pero pudiera comenzarse con...
1) Una clase política sensata y coherente que gobernara más allá de las políticas partidistas y más en las estrategias de Estado.
2) Participación ciudadana en las tomas de decisión municipal, con verdaderas asambleas locales.
3) Transparencia y lucha anti-corrupción.
4) Fomentar nichos de mercado y nuevas empresas basadas en el cooperativismo. Creando un cuerpo estatal de gestores, administrando empresas de esta índole y poniéndolas en manos de personal cualificado, profesionales con estudios y trabajadores al uso.
5) Regenerar e incentivar la vuelta a las zonas rurales creando nuevas y ágiles infraestructuras que unan campo y ciudad, repoblando el mundo rural y generando riqueza con la mano de obra inmigrante, controlada y con una raíz cultural semejante a la nuestra (caso de Sudamérica).
6) Inversión en Industria y Nuevas Tecnologías.
7) Inversión en Educación.
8) Las dos anteriores, pero no de forma anecdótica sino con responsabilidad y con Pactos de Estado.
9) ...
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