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viernes, 30 de mayo de 2008

Pasado, presente y futuro de la UE. Una construcción inconclusa

Hace poco el consejo Europeo celebró el 50 aniversario del Tratado de Roma.

Se contemplaron desde esta efeméride los logros y objetivos alcanzados por la Unión en este medio siglo.

Estos 50 años han estado caracterizados por el éxito, la consolidación del concepto de Europa y el progreso económico vivido desde entonces por los Estados miembros.

Para España, que entró junto a Portugal en 1987, el balance es altamente positivo.

Sin embargo aún queda mucho por hacer en esta Unión Europea, desde el punto de vista político y social. La gran cuestión que encontramos hoy al hablar de Europa es como conseguir la voluntad común necesaria para que esta Unión de Estados (que comienza a ser política), de el paso último hacia la consolidación de una Democracia política a nivel supranacional. Esta gran democracia europea no puede desligarse de la propuesta progresista: la Europa ciudadana y social.

Hagamos un poco de historia para saber de dónde venimos, donde estamos y reflexionemos hacia donde deberíamos caminar ahora, en esta primera década del Siglo XXI.

Los primeros pasos hacia la unión y la disolución de fronteras se dieron en el marco de la Guerra Fría, que enfrentó a las dos potencias mundiales (pacto de Varsovia y pacto del Atlántico Norte) y del Plan Marshal que contribuyó a la reconstrucción económica del continente.

Los primeros pasos encaminados hacia la creación del mercado común europeo, consiguieron un acuerdo sobre el sector del acero (CECA), firmado por unos pocos países pero que a la postre sería el germen de la consecución del Mercado Común con la firma en 1957 del Tratado de Roma, considerada la cita fundacional de la Comunidad Económica Europea.

Así se inicia la primera etapa de la construcción europea, que como vemos, tuvo connotaciones económicas y comerciales, pero sin una vertebración desde el punto de vista político. Es por ello que los líderes socialistas y socialdemócratas del momento vieron con cierto recelo aquello que consideraban “la Europa de los mercaderes”, en sentido peyorativo.

Esa primera etapa de recuperación económica sentó determinantemente las bases del sistema de economía capitalista en las sociedades occidentales del continente. Un sistema que estaba basado en el Estado del Bienestar y el Keynesianismo.

Estos años de bonanza y progreso económico dieron lugar a los llamados “treinta años gloriosos” (transcurridos entre el final de la guerra y la crisis mundial del petróleo) que trajeron consigo un espectacular desarrollo de las sociedades europeas en un contexto en el que se llevaban a cabo las descolonizaciones, se instauraba el Estado del Bienestar como una alternativa al fascismo y el comunismo y se comenzaba a hablar de política, derechos y valores a nivel europeo.

Sin embargo, continuaba sin existir un nexo entre el desarrollo económico y el establecimiento de un marco político definido.

La segunda etapa de la Unión Europea se inicia con el año que cambió el mundo: 1989 (la caída del muro de Berlín, la unificación de Alemania, el fin de la guerra fría, el planteamiento de las relaciones internacionales desde un punto de vista más unifocal , la victoria definitiva del parlamentarismo occidental y la desaparición del comunismo como modelo político…)

En este contexto, la Comunidad dio un salto cualitativo, un salto hacia la Unión, un acelerón para integrar en la agenda la dimensión política.

La Unión europea sería a partir de entonces, “una unión política, económica y monetaria”. Se comenzó a hablar de ciudadanía europea, de cohesión, de poner en marcha los motores de una Política exterior, de seguridad y de Justicia comunes, y se comenzaron a llevar a cabo ampliaciones del mapa europeo: Suecia, Austria y Finlandia, los países de la Europa Central más las repúblicas bálticas, y los mediterráneos Malta y Chipre. Ahora estamos en la negociación de la inclusión del primero de los países balcánicos: Croacia, lo que significaría todo un hito no menos relevante que la posible inclusión de un país como Turquía.

Ahora nos encontramos inmersos en esta segunda fase de consolidación política, para avanzar en este cauce, en mi opinión, Europa debe adaptarse a la nueva realidad continental y mundial. La globalización, las migraciones, el cambio climático, el aumento del comercio mundial, el florecimiento de futuras superpotencias como India, China oBrasil, el progreso tecnológico, el envejecimiento de la población, el reto de la integración y tantos otros, han cambiado el panorama de la Unión Europea.

Los progresistas europeos tenemos que buscar respuestas a todos estos retos, para convertirlos en oportunidades, tal y como nos aconseja el experto Anthony Giddens.

Ahora que los Mercaderes quieren limitar el papel social y político de Europa, para reducirla a un mercado sin aduanas, sin límites (y sin pudor), ahora que Europa está mostrando su peor cara respecto a la inmigración (caso de Italia) y ahora que se dejan a un lado los valores democráticos que inspiraron la Unión en favor de la demagogia y el creciente extremismo, los progresistas europeos tenemos que dar una respuesta clara primero, a estas actitudes, y segundo a todos esos grandes retos que se nos presentan.

Tenemos que:

-Proporcionar seguridad económica a los ciudadanos reformando y ampliando el Estado del Bienestar, ese que nos protege como ciudadanos “desde la cuna a la tumba”. Tenemos que mejorar las condiciones laborales y ampliar los derechos de los trabajadores mediante la promoción del diálogo social. Defender los derechos de los trabajadores, pero también de los consumidores: calidad en los servicios públicos, acceso universal a la educación y a la sanidad…

-Luchar contra la desigualdad y la pobreza planteando un “salario mínimo europeo”, promoviendo la solidaridad, la cohesión y la inclusión de los ciudadanos (comunitarios o no)

-Intentar que la globalización económica no haga mella en nuestro sistema público, en nuestro bienestar, en nuestro medio ambiente. Tenemos que plantear un nuevo modelo de desarrollo económico más competitivo basado en la economía social de mercado (como ya propuso el compañero Bitdrain)

-Culminar esta segunda etapa de consolidación europea con un mayor compromiso político en los valores federalistas.

-Hacer de Europa un referente de paz y un mediador válido para los conflictos internacionales.

Con esta entrada he presentado de forma resumida de dónde venimos, donde estamos y en mi opinión, hacia donde deberíamos caminar ahora los progresistas europeos para dar respuesta a los nuevos y apasionantes retos que se están dando ya en nuestro entorno más próximo.

Por Alberto Ginel Saúl

6 comentarios:

bitdrain dijo...

Hola Alberto,

Genial tu artículo. Aunque yo no quiero contentarme con esa idea de que la Unión Europea surge tras la posguerra.

Para mí Europa tiene unas raices inmensas, más allá de la formación de los paises que hoy conocemos. ¿Recuerdas el Imperio Romano? Nuestras raices son culturales y muchos de los estados actuales ya formaban provincias o delegaciones romanas.

Sólo como curiosidad decirte que mi experiencia que en España somos de los más favorables a una Unión Europea con todas sus consecuencias.

Esta mañana mismo en mi trabajo he visto una discusión en un grupo donde habían personas de Irlanda, Inglaterra, Suecia, Polonia e Italia. A favor creo que sólo yo :O

Ojo! El Referendum que se celebra en Junio en Irlanda no cuenta mucha ventaja a favor del sí. La iglesia y muchas organizaciones están en contra, a pesar de que las grandes formaciones políticas estén a favor.

Veremos que pasa...

Saludos.

Alberto Ginel Saúl dijo...

Exacto Bitdrain, me parece muy oportuna tu puntualización. Yo también creo que las raíces de Europa son culturales y que se hunden en un sustrato mucho más profundo de lo que aquí he expuesto. De hecho, en un artículo que escribí hace tiempo (titulado "Europa como ideología") hacía un repaso mucho más profundo, que nacía efectivamente en la Grecia de Pericles y Protágoras (aquellos que creyeron que el ciudadano debía ser el centro de la vida en la Polis), aquellos que sembraron las semillas de la Democracia participativa y la idea de que pertenecemos a un conjunto, a una especie de gran familia que es la sociedad. Esas son las verdaderas raíces subyacentes a toda la Europa occidental. Como dices, bajo Roma, prácticamente toda Europa estuvo unificada entorno a una misma lengua, a una ley similar y a un mismo gobierno fraccionado en provincias. También me refería a los grandes filósofos de la Ilustración que, como Kant, llegaron a hablar de una "federación de pueblos europeos".

En fin, que tenemos una historia común y unos rasgos característicos que nos hacen, al menos a algunos, desear estrechar cuantos más lazos mejor con nuestros vecinos y hermanos.

Veremos como sale lo del referendum en Irlanda y como se desarrolla el Tratado de Lisboa, que parece algo más "político" que los anteriores, pero sin llegar a ser una verdadera Constitución.

Nada más, Bitdrain, muchas gracias por tu siempre valiosa opinión.

Miguel Ángel González dijo...

Tu discernimiento sobre lo que fue, es, y debe ser en un futuro próximo Europa es muy preciso y converjo en su totalidad.
Considero que el Europeísmo actual radica en una idea internacionalista del mundo en la cual los óbices locales y regionalistas sean reducidos , los problemas actuales que imposibilitan que haya cambios notorios en el seno de la Unión Europea estriban en el euro- escepticismo(político-económico),
azuzado por los que tú denominas los mercaderes que quieren reducir el papel de Europa y del Estado limitándolo a un mero arbitro de la economía, además de eclipsar el debate político a nivel europeo constituyendo un chivo expiatorio (la inmigración).
Muchas veces se impone un criterio de efectividad (extrapolado de criterios económicos) en vez de moral, y este es el problema que hace desvanecer la esencia por la que se creó la Unión, “la Europa de los valores” queda eclipsada por la “Europa de los mercaderes”, y se palpa considerablemente en la actitud xenófoba de algunos Estados que pretenden constituir una normativa que culpabiliza sutilmente a los inmigrantes por intentar prosperar en Europa, sin embargo estos países no realizan un esfuerzo para que no haya tanta disparidad salarial, para garantizar unos mínimos básicos, preservar la Igualdad de Oportunidades, consignas que si se llevaran a cabo menguarían considerablemente las diferencias entre estratos sociales.
Ese criterio de efectividad se nota en el plano económico, la independencia del BCE provoca que el mayor ente económico de la UE no se guíe por un cariz moral, y en la situación de incertidumbre económica actual siente indiferencia sobre el futuro de los menos pudientes , alegando a la moderación salarial para contener la inflación, pero lo cierto es que las recetas que postula Trichet no se sustentan en el criterios empíricos, ya que si fuera así, China con un 8% de Inflación debería imponer un tipo de interés inmenso menguando sobremanera la inversión en ese país, por eso se debe corregir la política económica de la UE disminuyendo los tipos y subiendo los salarios de forma general para “hacer atractiva” la demanda que conducirá a una mayor producción y empleo armonizado con el bienestar, me parece muy interesante la idea de un salario mínimo europeo, esta política resolvería el incipiente deterioro de la solvencia económica de los trabajadores más desamparados por la des aceleración. (Me he ido un poco del tema....)
Muy bueno tú artículo
Un saludo.

bitdrain dijo...

En mi opinión, no podemos ni debemos hablar de salario mínimo europeo. Es una auténtica muestra de desconocimiento de qué es Europa y la situación de cada uno de los países que la componen.

Por ejemplo, Polonia es un país demográficamente similar a España, con semejante poder de decisión en la UE. Sin embargo, la economía y el entorno social divergen bastante.

El salario mínimo en Polonia está en torno a 800 slotes (250 €).

De equiparar rentas sería al alza y la cuestión es de dónde sacarían ese dinero los empresarios, como afectaría a la inflación de esas regiones, el crecimiento, etc, etc...

No es viable, es más que utópico...

Miguel Ángel González dijo...

Buenas Bitdrain:
La coyuntura económica está provocando una merma en la demanda y el consumo, esta situación complementada con la política pergeñada por el BCE supone una grave mengua del poder adquisitivo, cebándose en los trabajadores con menos base económica como puede ser los de Polonia o España en menor medida.
Esa demanda se puede corregir atrayendo a los consumidores a consumir, ya sea subiendo de forma escalonada los salarios, bajando tipos de interés....

Me he expresado con cierta ambigüedad al proponer un salario mínimo, es cierto que si concretamos un salario común provocaríamos una inflación abrumadora, como también es verídico que la situación social de Polonia y Alemania(aunque se esté vislumbrando para el futuro una reducción de la clase medía alemana) son totalmente diferentes.

Europa debe garantizar unos mínimos salariales con respecto al precio de los productos de los respectivos países, sería insignificante para los polacos que tuvieran más dinero (en referencía con el salario de un alemán), ya que eso generaría que el valor del dinero se devaluara, lo verdaderamente positivo sería aumentar la capacidad de compra generando súbitamente una mayor producción/reducción de paro.

Un saludo

Alberto Ginel Saúl dijo...

Bitdrain, soy consciente de que un salario mínimo como el español, resultaría demasiado ambicioso para la mayoría de los países del Este de Europa.
Mi idea no es hacer equiparables los salarios mínimos de España y de Polonia, pues hoy por hoy resulta, como tu dices: utópico y además provocaría numerosos desajustes.

Mi idea es la de un salario mínimo en el sentido más estricto, es decir: acordar una cifra marco a nivel europeo, una base aumentable por cada gobierno si las circunstancias nacionales lo permiten, pero que no debiera ser recortada, a fin de garantizar a los asalariados un nivel de vida más digno.

Seguramente que estos países del Este recibirán presupuesto de los fondos de cohesión europeos, una parte de estos podría ir destinada a tal fin.

Ya que la Unión marca determinados objetivos a sus miembros en algunas materias, esta podría ser una de ellos, ¿no te parece? Garantizar a nivel europeo un salario digno que contribuya a la cohesión, que impida la emigración y que favorezca que los países del este se enganchen al tren de los países que llevamos más tiempo disfrutando de los beneficios del progreso europeo.

Está claro que a más salario mínimo se produce más consumo, y por lo tanto se revitaliza y dinamiza la economía, que es lo que necesitan estas naciones para comenzar a trabajar a pleno rendimiento.